La palabra "Apocalipsis", con la que comienza este libro ("Apocalipsis de Jesucristo…), significa "revelación". Su autor es Juan, el único representante de los apóstoles por los años 96-98. Había sido desterrado por el emperador Domiciano en la isla de Patmos. Este libro se escribe en un momento en el que las comunidades cristianas están viviendo continuas persecuciones por parte de las autoridades, y trata de dar ánimo e infundir esperanza a los cristianos
Su autor utiliza el lenguaje simbólico y por tanto todo o casi todo tiene un significado: los números, los colores, los miembros del cuerpo, los personajes que intervienen, etc. El libro tiene dos partes bien diferenciadas: La primera en la que se describe la situación actual de la Iglesia y de los cristianos, y la segunda en la que se narra un futuro lleno de esperanza para los seguidores de Jesús y para toda la humanidad. Jesús había dicho a sus apóstoles que un día volvería, y todos estarían juntos otra vez. Ésta era una promesa que había hecho a todos sus amigos. Uno de sus discípulos, Juan, estaba prisionero en la ciudad de Patmos por haber llevado la Buena Noticia del Evangelio a muchos lugares. Los amigos de Juan y se preguntaban: "¿No van a acabarse nunca nuestros sufrimientos? ¿Por qué no vuelve Jesús? ". Estaban muy desanimados.
Pero Dios conocía sus problemas, así que envió uno de sus ángeles a Juan para llevarle un mensaje de Dios. El ángel le dijo: "Ven conmigo, tengo algo que enseñarte". Lo que vio era tan emocionante que Juan escribió enseguida a todos los cristianos y a todos los amigos de Jesús para contárselo: "Todo va a salir bien, no perdáis la esperanza", decía Juan
El ángel le mostró una gran muchedumbre de toda raza, lengua, pueblo y nación vestidos con ropas blancas, que estaban delante de Jesús, el Cordero de Dios, y que gritaban: "La victoria es de nuestro Dios y del Cordero". Y Juan prosiguió diciendo: "Dios lo creará todo nuevo y hará un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva que algún día todos compartiremos. Esta será la casa de Dios con los hombres: Él vivirá con ellos y ellos serán su pueblo. Dios secará sus lágrimas. La muerte ha sido vencida y ya no habrá más dolor. Nadie será dañado. He visto una maravillosa y deslumbrante ciudad, la Santa Jerusalén donde nunca es de noche y siempre brilla en ella la Luz de Dios. Nada que esté sucio o sea malo puede entrar allí, pero los amigos de Dios entran y salen cuando quieren. Dios y su pueblo están juntos, como Jesús prometió… Igual que sucedió al principio, en la creación del mundo, cuando Dios paseaba por el jardín del Edén con Adán y Eva".
Y Juan terminó diciendo: "Es el mismo Dios el que lo dice: Sí, voy a llegar enseguida. Amén. ¡Ven Señor Jesús!".
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